19 mayo 2011

Homenaje a Ramon Calsina

Recientemente, la Sala Rusiñol de Sant Cugat del Vallès ha celebrado sus 25 años rindiendo un homenaje a uno de los grandes, a Ramon Calsina (Barcelona, Poblenou, 1901-1992), uno de los seis artistas que expusieron en la inauguración de la sala, que le llevaría a un camino que aún continúa con esplendor. Por eso, el lema escogido es ‘Vuelve Calsina... 25 años’.

En esta sala propiedad de Ignasi Cabanas –pintor e hijo del artista Miquel Cabanas– se expone, hasta el 31 de mayo, cerca de 40 obras de Calsina pertenecientes entre los años 30 y los 70. De este modo se pueden ver cuadros relacionados con su lugar natal, como ‘Desde El Poblenou’, ‘Poblenou’, o el ‘Mercado de Poblenou’ donde se muestra un lugar bastante oscuro pero el gran rayo luminoso, que proviene de afuera el edificio, le da un toque de vida que se suma a las relaciones entre las personas que se encuentran dentro de este espacio. Todos los personajes tienen un cuerpo muy voluminoso, de este modo el artista exagera. Es algo muy común en él crear una obra envuelta de misterio, un mundo lleno de fantasía ligado a una realidad, en muchos casos irónica. Muestra de ello es el zapatero con tres manos que se puede observar en ‘Zapatero de escala’, el sometido ‘Pintor de Encargos’ o el gracioso personaje con cabeza de pera que aparece en ‘Autobombo’.

En 1954 dibujó ‘Molinos de viento (Quijote)’ donde se ve a un caballero y su caballo golpeados por una de las hélices de un molino mientras Don Quijote se pone las manos a la cabeza. Ramon Calsina en colaboración con la editorial ‘L’Òssa Menor’ editó un libro de litografías de Don Quijote. Y no sólo hizo trabajos relacionados en este ámbito sino que también para la publicidad, durante los años 20 y 30 realizó los carteles ‘Gráficas Tomé’ y ‘Cartel billar’, entre otros.

Con el tiempo, Ramon Calsina fue encontrando una explicación a la creación del hombre por parte de Dios, y al sentido a la vida, por eso pintó tres cuadros que representaban la evolución del universo, con la aparición del hombre, como se muestra en ‘La Evolución I, donde un hombre troglodita se encuentra en tierras extrañas, envuelto de montañas y un volcán en erupción; está arrodillado con su bastón como si pidiera algo. Es el atardecer, ya que se puede observar cómo la luz se va y el sol se esconde detrás de la gran montaña. Y han aparecido las estrellas con la luna que observa atentamente. De este modo, el pintor muestra una vez más su capacidad de invención. Su obra figurativa es muy personal, llena de exageraciones, contrastes de colores y una excelente luminosidad.


     

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